De segundo, soufflé de tobillo con moral por los suelos, y de postre, un homenaje a mi pequeño gigante.
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Llevo unos días esperando a escribir esta nueva entrada. Tenía la esperanza de que a lo largo de esta semana, el tobillo dejara de molestar. Pero no ha sido así. Consigo correr algunos kilómetros a un ritmo lento, pero en cuanto fuerzo un poco, las molestias reaparecen.
Llevo muchas tardes meditando qué hacer. He perdido dos carreras del campeonato de orientación de montaña, y con el tobillo como lo tengo, no llegaré cómodo a la tercera. Así que no me queda más remedio que retirarme del campeonato.
Tenía mucha ilusión en volver, me sentía confiado y con ganas de afrontar todas las pruebas. Pero al final, no pudo ser. He perdido mucha motivación estos días, y he tenido que hacer un sobreesfuerzo, para levantarme de nuevo.
Acudiré a las carreras que quedan por delante en el campeonato, pero sin correr en ellas, participaré en la modalidad Open. Una modalidad más enfocada al senderismo y dirigida a personas que se inician en la orientación. Intentaré ayudar al club enseñando a la gente a descubrir este hermoso deporte y fomentando el respeto por la naturaleza.
Así que pasamos al siguiente objetivo, durante los próximos días revisaré el calendario de carreras a ver qué fechas podemos barajar con la recuperación del tobillo.
Mientras, durante esta semana y la siguiente, realizaré ejercicios de musculación para seguir fortaleciendo todo el cuerpo. Además, me centraré en ejercicios específicos para la zona del tobillo, para ir recuperando, poco a poco, la seguridad en la pisada.
La próxima semana haré una entrada específica sobre la recuperación y sobre los ejercicios de musculación que estoy realizando.
Hace unos años, un amigo iba adoptar un perrito y me pidió que lo acompañara al albergue de animales. Mientras el rellenaba los papeles de la adopción, di un paseo por el albergue visitando los cheniles. Cuando llegué a los últimos, encontré un perro negro, enorme, tumbado en el suelo. Se levantó y se acercó a mí. En ningún momento apartó su mirada de la mía y cuando llegó a mi lado, apoyó su cabeza en mi pierna. La conexión que adquirí en aquel momento con aquel ser, fue una de las mejores experiencias que he tenido en mi vida. Y esa conexión duró muchísimos años.
Me acerqué a mi pareja, que se había quedado con mi amigo rellenando el papeleo, y le dije: hay un perro ahí que se ha enamorado de mí. No, me contestó ella, hay un perro ahí, del que te has enamorado tú.
Al día siguiente, Baloo, llegó a casa.
Baloo, ya era mayor cuando lo adopté. Tendría sus 5 o 6 años, que para un perro grande, ya son años. Había vivido muchos años en la calle y en los barrancos, y probablemente nunca había tenido un hogar.
Aún recuerdo, como si fuera ayer, el día que llegó a casa. Le había comprado una cama gigante para que se tumbara. La olió, se tumbó en ella y realizó el suspiro de alivio más bonito que he escuchado en toda mi vida.
Baloo, hubiera cumplido años hace unos días. Lloré horas recordándolo. Sus últimos días fueron bastante duros, y hoy en día, es un momento de mi vida en el que no me gusta entrar demasiado. Sentado en mi sillón y escribiendo esta entrada, me he vuelto acordar de su presencia y de lo mucho que luchó siempre.
Dicen que los perros se parecen a sus dueños. Pero yo, sinceramente, me contentaría con parecerme, un poco, a la bondad que tuvo aquel, mi compañero de vida.
Mi pequeño, allá donde estés, echo de menos sentir tu enorme cabezota recostada en mi pecho. Cuídalos a todos como siempre hiciste.
Un saludo, salgo a correr